jueves, 19 de abril de 2012

EL TEJIDO DEL TEXTO

La escritura compartida es una tarea tan difícil como enriquecedora, más aún si la literatura está por medio. Esta obra es, sin duda, la realización de una idea loca surgida en una tarde de verano. Y ha pasado por los parques, bares y calles de Madrid. "Uno, dos o tres". Una fórmula siempre válida sea el que fuere el número de escritores simultáneos.

El proceso de intercambio y crecimiento que ha hecho posible la obra "Crónica del fin del mundo" ha estado basado en la puesta en común de referentes personales de cada uno de los escritores. Y resulta curioso como, al final, todo encaja. Una buena analogía que explique cómo es posible escribir una obra entre varios autores es el retoque de fotografía. Se aplican sucesivos pinceles, claramente diferenciados unos de otros, y, finalmente, un filtro unificador que entremezcla todo.

Puede resultar increíble, pero, probablemente el elemento que ha estado presente a lo largo de todo el proceso creativo ha sido la serie Twin Peaks (David Lynch - 1990). Hay algo de Twin Peaks que flota en el ambiente, algo misterioso, casi sobrenatural. Las señales que atormentan a Ulises son dignas de un sueño del Agente Cooper. Ambientes enrarecidos, personajes cambiantes, el surrealismo se introduce de lleno en las escenas.




Referencias cinematográficas no faltan, quizás porque se retienen fácilmente en la memoria y se accede cómodamente a ellas para consultarlas. Stanley Kubrik, David Lynch, Woody Allen, Ingman Bergman. Otra muerte personificada es el Hombre Gris, del mismo modo que está representada en The seventh seal (1957). Encarnar la muerte siempre es, en cierta medida, algo cómico, por eso en "Crónica del fin del mundo" hace solo una aparición puntual, aunque luego se vuelve una presencia amenazadora en el resto de la narración.

Los Hombres Grises son un producto de la novela Momo de Michael Ende, aunque en la obra de teatro no tienen exactamente la misma connotación. Una cosa sí es común: los hombres grises son capaces de "llevarse" a las personas de alguna manera: su alma, su tiempo, su amor...

El protagonista de la "Crónica del fin del mundo" se llama Ulises, un nombre cargado de significados. Pensar en Ulises sin pensar en la Odisea es inconcebible. Y no es algo que se trate de evitar. Las alusiones universales, los símbolos, el heroísmo... el texto está plagado de este tipo de referencias que son las que van hilando los problemas que atormentan al protagonista.  Y es aquí donde aparecen El origen de la tragedia (Nietzsche), Momo (Ende), los cuentos de Kafka y, finalmente, La despedida (Kundera). Lo que iba a ser una adaptación canónica de la novela de Milan Kundera, creció y se extendió a los campos más diversos, de modo que cualquiera parecido con este libro es casi pura coincidencia. Solo Donald -el contrapunto de Ulises- se mantiene fiel, de algún modo, a uno de los protagonistas de Kundera, aunque introducido en un mundo totalmente diferente.

Finalmente, nos olvidamos de la novela, porque se cruzó por el camino un relato corto de Marc Costa i Sitjà que nos atrapó. De este modo, la obra de teatro se convierte, por decirlo de alguna manera, en una expansión del texto, alimentado con conversaciones que aportarán su pequeño grano de arena a la pregunta latente del "último día en la Tierra".

Hay un hecho curioso en esta obra, y es que, de alguna manera, podemos decir que es un producto de su tiempo. "Crónica del fin del mundo" surge, como dije, pretendiendo ser la adaptación de una novela y, finalmente, sufre la metamorfosis de los acontecimientos. Cada libro, cada película, cada anuncio, cada canción escuchada desde Julio, tiene su repercusión en el texto. Lo que sí que marca un antes y un después en la concepción del argumento es el estreno de Melancholia, de Lars Von Trier. La coincidencia temporal de Melancholia y nuestra obra es ún difícil de creer. De repente, el fin del mundo aparece representado en el cine, y realmente termina -cosa que nunca sucede en otros filmes-, porque no hay héroes. El tiempo que se precipita, las últimas palabras, la locura, el hedonismo escondido, las verdades nunca dichas, todos se convertirán en actores del teatro de la conciencia de Ulises que, llegando al paroxismo, intentará hacer frente a un destino inexorable.

Siéntense y disfruten del comienzo del fin.

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