lunes, 23 de abril de 2012

UN PROCESO EN MARCHA

Hoy es un día para intercambiar rosas por libros. ¿A cuánto está el cambio? Pues depende, depende de los gustos o los deseos. Sin embargo, aunque regales un delicado libro de poemas en vez de una gruesa novela que dure hasta el verano, el mensaje es el mismo: <quiero compartir estas palabras contigo>. Pues bien, hoy, a través de esta entrada al blog queremos “compartir” con vosotros el relato de "El proceso" de Franz Kafka, otra de esas presencias permanentes en "Crónica del Fin del Mundo".

Dentro de cada libro, hay contenidos otros muchos. Es un hecho difícil de percibir al leer, pero muy claro a la hora de escribir. A lo largo del desarrollo de esta obra de teatro, no solo han surgido ideas abstractas de argumento, sino referencias concretas a otras historias que alguno de nosotros hemos leído. Éste es el caso de "El Proceso".

"Crónica del Fin del Mundo" es como una muñeca rusa. Tiene su origen en el relato de Marc Costa i Sitjà El último día en la Tierra, y éste, a su vez, bebe de la obra de Kafka. Así que todo está conectado. Las referencias pueden manejarse en un texto de muchas maneras y, en este caso, hay mucho de sentimiento literario y poco de tributo al estilo o al argumento per se.

En "El Proceso", Josef K. representa la vida de un hombre moderno, solitaria y superflua, un hombre cuya rutina amenaza transformarlo de un modo depresivo. El señor M. del relato de Marc Costa, o Ulises, su evolución teatral, son un poco lo mismo.

“Nunca ha terminado de ser un animal de costumbres, le cuesta seguir todos los días la misma rutina, más bien se deja llevar por sensaciones y ese día sintió que antes que la ducha, el desayuno”.


Los extraños sucesos que rodean a los protagonistas, harán que éstos acaben sumergidos en la desesperación y la amargura. A Josef K. le atormentará lo absurdo de una ley que le culpa sin haber hecho nada malo, a Ulises su impotencia ante un final repentino del que no es responsable y para el que no está preparado. Las insistentes preguntas del Hombre Gris resuenan en la cabeza de éste último hasta hacerle enloquecer: ¿tiene usted hijos? ¿pareja? ¿cómo se llama su mejor amigo?


ULISES (Ya preocupado) ¿Quién es usted? ¿Qué tipo de broma es ésta? ¿Por qué me hace estas preguntas?

HOMBRE GRIS Se trata de algo de suma trascendencia. Se trata de cuantificar el valor de su vida. [...]

Otro de los paralelismos entre obras es el vano intento del resto de personajes por ayudar a los protagonistas. Frau Grubach podría ser Sylvia, Fräulein Elsa una especie de Violeta y Rudi Block se parece en cierta medida a Donald. Esta suerte de compasión tiene connotaciones diversas: maternal, espiritual, práctica, médica... Cada personaje aplica los conocimientos de su profesión al malestar de Ulises, provocando involuntariamente en él aún una mayor confusión. Sin duda, las palabras de Kafka ilustran con claridad este sentir de Ulises:

“El hombre no puede vivir sin una confianza duradera de algo indestructible en sí, si bien pueden quedarle permanentemente ocultos tanto lo indestructible como la confianza. Otra de las posibilidades de manifestación de este permanecer oculto es la fe en un dios personal”.

Pero qué es lo que está dentro de su cabeza es una decisión abierta del espectador.

Los sucesos incompresibles están narrados con maestría en muchas de las obras de Kafka, incluso en las más cortas. El último día en la Tierra, es completamente kafkiano en este sentido. Las situaciones dejan perplejo. Su realismo ambiental está teñido con la lógica de los sueños.

“M. se detiene, sus pensamientos tardan más en detenerse. Hay alguien sentado en la mesa. Un hombre maduro, con gabardina negra, sombero negro y semblante duro, madurado, como de madera barnizada se come su desayuno. Y le mira. Apura la taza, se levanta y extiende la mano hacia M. <<¿Quién es?>> pregunta M. Su aspecto es un poema visual, de los malos. M. solía dormir en calzoncillos y calcetines y así vestía”.

La extrañeza, el surrealismo, las metáforas... todo tiene cabida en "Crónica del Fin del Mundo". Trasladar esta abstracción al teatro es el verdadero reto, mucho más difícil que tan solo contarla.

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